8 Replicó el criado y dijo a Saúl: «Es el caso que tengo en mi poder un
cuarto de siclo de plata; se lo daré al hombre de Dios y nos orientará sobre
nuestro viaje.»
9 Antes, en Israel, cuando alguien iba a consultar a Dios, decía:
«Vayamos al vidente,» porque en vez de «profeta» como hoy, antes se
decía «vidente».
10 Saúl dijo a su criado: «Tienes razón; vamos, pues.» Y se fueron a
la ciudad donde se encontraba el hombre de Dios.
11 Cuando subían por la cuesta de la ciudad, encontraron a unas
muchachas que salían a sacar agua y les preguntaron: «¿Está aquí el
vidente?»
12 Ellas les respondieron con estas palabras: «Sí, ahí delante está
el
vidente. Cabalmente acaba de llegar ahora a la ciudad, porque hay hoy un
sacrificio por el pueblo en el alto.
13 En cuanto entréis en la ciudad, le encontraréis antes de que suba al
alto para la comida. El pueblo no comerá antes que él llegue, porque es él
quien ha de bendecir el sacrificio; y a continuación comerán los invitados.
Subid ahora y al momento le encontraréis.»
14 Subieron, pues, a la ciudad. Entraban ellos por la puerta, cuando
Samuel salía en dirección a ellos para subir al alto.
15 Ahora bien, la víspera de la venida de Saúl había hecho Yahveh
está revelación a Samuel:
16 «Mañana, a esta misma hora, te enviaré un hombre de la tierra de
Benjamín, le ungirás como jefe de mi pueblo Israel y él librará a mi pueblo
de la mano de los filisteos, porque he visto la aflicción de mi pueblo y su
clamor ha llegado hasta mí.»
17 Y cuando Samuel vio a Saúl, Yahveh le indicó: «Este es el hombre
del que te he hablado. El regirá a mi pueblo.»
18 Saúl se acercó a Samuel en medio de la puerta, y le dijo:
«Indícame, por favor, dónde está la casa del vidente.»
19 Samuel respondió a Saúl: Yo soy el vidente; sube delante de mí al
alto y comeréis hoy conmigo. Mañana por la mañana te despediré y te
descubriré todo lo que hay en tu corazón.